Y susurrandole al oído, cayó en una escena de besos inexactos y caricias suaves, arropándola del frió de invierno.
Las velas llenaban la habitación de luz tenue, justa y necesaria.
Sobre el diván, sus prendas.
Sobre la mesa, dos tasas de café sin contenido.
El aliento se disipo sobre ellos...dando así nuevos aires de arrumaco.
Encarnecidos en el vientre opuesto, los dos supieron como hacer las cosas más dulces y más románticas que alguna vez se habían imaginado poder hacer.
Mientras tanto las dulces gotas de sudor llenaban la ventana de nubes...haciendo que ya no se vea nada para afuera.
Llegaron a tocarse el corazón uno al otro, mientras que caminaban por la fina cornisa del amor, tan espontáneos y reversibles que no había sonido en la habitación. O por lo menos ellos no escucharon nada más que el corazón ajeno.
Sumergidos en ellos mismo, navegaron en inhóspitos mares de profundo enamoramiento. Sin distraerse por la lluvia.
Inundando el océano de sol.
Abrigados con ellos mismos.
1 comentario:
buscando un buen retrato...
aunque a decir verdad, ya encontre uno que se lleva las palmas :)
Publicar un comentario