22 nov 2009

Nuestras sombras volaron suave, levitando sobre las caricias del sol, con un aire que no era turbio, sino consiente y cariñoso.
Se fueron abrazando muy sutilmente, besándose de vez en cuando, como algunos calores nos besan en verano, salpicandonos de agua. Mientras nuestras manos se acariciaban delicadas.
Escapaban y volaban. Disfrutaban.
Volar.
Desnudaron la tarde, nuestras sombras.
Y mi pensamiento volaba junto a ellas, que inconscientes estaban de pensar, porque pensar es caer.
Ellas no caen, no piensan, solo vuelan.
Y su vuelo es corto y poco duradero y otras alto e intenso.
No se apagan.
Vuelan y lo siguen haciendo.
Como mi mente con tus ojos, como el dorado de las tostadas y la manteca, volando derretida.
Elevándose, como nuestras almas.












Si.

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